NUEVOS VIRUS, NUEVOS VÍNCULOS

El virus que asola el planeta está obligando a poner en primer plano los vínculos humanos. Algunos se  tambalearán e incluso desaparecerán. Otros, se afianzarán e incluso se pueden crear nuevos lazos.

La cuarentena nos ha privado de tener un contacto físico cercano con los seres queridos y nos sentimos frustrados. La distancia entre las personas que amamos suele llevar aparejado dolor y nostalgia. Por otro lado, hemos rescatado relaciones que hacía mucho tiempo no cuidábamos y de las que nos manteníamos distanciados.

En algunos hogares, la presencia obligada y continuada, puede vivirse con excesiva intrusión y dar lugar a nuevos conflictos. Por el contrario, en hogares de personas que viven solas, la soledad no elegida puede ser un problema.

Según tengamos configurada internamente la experiencia de la soledad, y como sean nuestros vínculos, sobrellevaremos el confinamiento de una manera más o menos saludable. Las personas podemos sentirnos muy acompañadas aunque no contemos con la presencia de personas queridas cerca o muy solas aunque vivamos en casa con familiares.

Vivimos confinados pero no aislados. Los medios digitales nos permiten sentirnos juntos, aunque permanezcamos separados. El confinamiento está posibilitando que se establezcan modos de expresión y elaboración de las angustias a través de las redes sociales. Da la sensación de que estemos más unidos y comunicados que nunca.

El avance tecnológico, tantas veces criticado por favorecer la incomunicación humana, nos es imprescindible hoy para relacionarnos. La pantalla del dispositivo digital impone una distancia en lo real pero no en lo más íntimo. La creación de redes compartidas se ha convertido en un canal terapéutico humano a nivel mundial. Se establece así un modo de elaboración de las angustias y del sufrimiento que en mayor o menor medida todos padecemos.

En mi trabajo diario, cuando utilizo la videollamada o el teléfono, descubro que es posible continuar con la terapia. En estos momentos poder sostener la realidad y atender al mundo interior de los pacientes se ha hecho imprescindible. Incluso niños con problemas para la comunicación, se expresan mejor que nunca, y comparten su mundo interior con desparpajo. Vivencio atónita el fenómeno y me emociono al pensar, que todo lo que acontece, aunque sea el peor de los escenarios, puede ser una experiencia de aprendizaje vital.